domingo, 3 de febrero de 2013

Dime que tu piel será mi piel.

Un masaje en tu espalda, un mensaje en tu piel. Rozar mi labio inferior desde tu nuca hasta recorrer todo tu dorso. Dejar mis dedos recorrer tu columna vertebral, y apretar marcando la intensidad que genera tu piel en la palma de mi mano, en la yema de mis dedos. Que esta vez las palabras se las puede llevar el viento si las caricias las guardan tus poros. Porque te beso los puntos, te rozo las comas y deletreo el deseo sobre tu recubrimiento. Me gusta entretenerme con tu piel, tu cuerpo entero en vilo al borde de un suspiro, al borde de un abismo de erección. Y es que tu piel es el mapa, tu amor el tesoro, y tu espalda el camino para encontrar el punto de entierro. Las caricias consiguen prender mi excitación cuando recorro con la lengua cada milímetro de tu piel hasta llegar a tus labios. Enseñarte lo que significa rozarte lento, y que sientas mis caricias pegadas a tu cuerpo entero. Solo con rozarte me quemo, me excito, me derrito, mi cuerpo se enciende con el calor de tu tez, con la pasión de mis manos encima de tu curtido. Mis papilas gustativas han aprendido a leer el braille de tu piel erizada. Todas mis manos tienen partículas de tu ser. Finalmente tu piel enveneno mi corazón, dejándome completamente desnuda en una completa oscuridad, piel contra piel, cuerpo contra cuerpo, y acabar en llamas, quemándonos en pleno invierno.

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